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lunes, 6 de agosto de 2012

RUTA DE LOS NÓMADAS DEL SURF

Distancia total ruta: 339 kms

Tiempo total: 6 horas 27 minutos

Ciudades visitadas: 2Paradas: 2

Consumo medio: 3,59 litros/100 km
Gasto de combustible: 16,79 €
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Día 1    Málaga - Tarifa                                                                                       160 kms

Una semana después de nuestra aventura por el Algarve. Nos encontrábamos en Málaga, con el recuerdo aún reciente de nuestras experiencias en tierras lusas. Se aproximaba el fin de semana y no había planes a la vista. Bien es cierto que la capital de la costa del sol siempre tiene un amplio abanico en su oferta de ocio, pero me apetecía hacer algo diferente, haciendo alarde de mi gusto por las sorpresas, le dije a mi novia:

"¿Mañana te apetece que salgamos en moto?" Le pregunté.
"Si claro, como la semana pasada." Respondió animada y con la mirada encendida por la curiosidad.
Por supuesto la siguiente pregunta fue el destino. "Nos vamos a Tarifa" - le dije complaciente.
"¿Cuantos kms son eso?" Empezó a preguntar con ávido interés "Te encantará, sólo 160 kms".

Esa última frase pareció gustarle más. Esta vez iba a ser un viaje más leve y a un sitio conocido por los dos ya que en el 2009 fuimos a un curso de kitesurf en la localidad gaditana, cuna sin duda, de los deportes acuáticos en España. De aquel curso, seguía guardando aún hoy buen recuerdo, así que le pareció estupendo hacer una nueva salida en moto para ver una zona de indudable belleza natural. Además como le comenté en ese momento, si hacía buen tiempo podríamos ver la costa del continente africano al otro lado del estrecho. Cosa que ella no había visto nunca y que sin duda le pareció digna de ver. Así que, aprovechando la afluencia de ilusiones aproveche y eché el condimento final para terminar de aderezar el fin de semana ,ya que no era la única sorpresa.
"Si te gustó aquel curso que hicimos en verano, vete preparando porque vamos a ir en moto a Tarifa a hacer un curso de surf". Ella no supo salir de su asombro.

"¿En moto?, y ¿como guardamos las cosas? ¿Cuanto cuesta? ¿Cuanto dura?", etc., y otras muchas preguntas más, que ahora no recuerdo pero que buscaban desvelar todos los entresijos de esta sorpresa y añadir a la misma un poco de
cordura y sentido común, de paso. Y es que a mi se me da muy bien sorprender, pero no tanto las cosas colaterales a la sorpresa, como puede ser comida, alojamiento y otros gastos aleatorios, que son importantes y que a mi novia, más cabal que yo, y a cualquier otra persona preocuparían.

 "No te preocupes, es un curso de una mañana, nada más, 2 horas en el agua y 2 horas viendo la ciudad, si vamos por nuestros medios es más barato". 
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Acto seguido le conté el precio del curso y le explique que el mismo lo impartía Nómada Surf School de Málaga y que ya hice con ellos un curso de similares características el año pasado, con dos profesores, que son hermanos y se llaman Juan y Javi. Gente desde luego, muy competente, con los que aprender un montón y que son cercanos, divertidos y muy atentos contigo. Con esa explicación dada, y algo más conforme ella, nos dormimos hasta el día siguiente. Por supuesto con inquietud y nerviosismo ilusionante por mi parte, como la semana anterior, no pude dormir la víspera, y seguro, que mi novia tampoco.

A la mañana siguiente, sobre las 07:30 nos levantamos y procedemos a preparar las maletas con todo lo necesario para una mañana en la playa. Por supuesto, íbamos a ir menos cargados esta vez y eso facilitó mucho la tarea logística. Únicamente sería necesario lo que cualquiera se llevaría para la playa, y a eso unirle dos tops de licra y bermudas. Lo malo era: ¿Y la ropa de la moto?, pues muy sencillo en alguna consigna. Desde luego soy un iluso, sino se ni donde está la Estación de Autobuses, o si Tarifa tiene Estación de trenes. Lo que tenía claro es que no iba a dejar que un contratiempo así, nos ensombreciera lo que por otro lado iba a ser una ruta motera perfecta en un día  despejado, así que improvisaría la solución una vez llegásemos al lugar. Sin recordar muy bien las frases que nos intercambiamos durante el desayuno, por supuesto, breve pero animado, nos pertrechamos de nuestra indumentaria. Esta vez, continuamos con la disposición que usamos en nuestro viaje al Algarve. Mi chica con mi chaqueta de la marca Richa, y yo me quedé con la que me está grande 3 tallas, con tal de que ella este cómoda, me da lo mismo, acepto de buena gana.

Cogemos la moto y nos vamos a la Plaza de la Marina, para quedar con los otros integrantes del curso y con los profesores, y de paso pagarles, claro. Ellos se desplazarán en autobús, así que mientras llegan, sacamos dinero. Al volver, nos dice un amabilísimo conductor, que los profesores serán recogidos en el Palo (barrio de Málaga) y que no vendrían. Por lo tanto, dicho esto, y sin más dilación iniciamos nuestra marcha, aunque aún faltaba una última cosa que hacer. Días antes, tras el viaje al Algarve, decidí comprar una cámara subjetiva GoPRO HERO 2 HD, para grabar nuestras salidas, y que mejor manera de estrenarla con esta ruta, ¿no? Así que sin más demora, la anclo al guardabarros delantero e iniciamos la grabación con un saludo. Como podéis comprobar también fuimos testigos de los arrumacos de una pareja, a primera hora, algo inaudito.

Sin más preámbulos iniciamos la marcha, pero para nuestra desgracia, cogimos todos los semáforos en rojo desde la Alameda Principal hasta la Pza. Manuel Azaña, lo cual nos retraso, un lapso insignificante, pero que a mi por lo menos se me hizo eterno. Tenía muchas ganas de salir a carretera abierta y probar la cámara en su ambiente natural. En esta ocasión, tenía confianza plena en mi moto, mis habilidades a bordo de ella había mejorado desde nuestro último viaje a tierras lusas y eso hacía que me sintiera más cómodo. Mi novia también estaba muy emocionada ante el viaje que nos esperaba, nunca había hecho surf. Por fin, último semáforo, tras un prolongado suspense, se pone en verde y salimos del bullicio de la urbe a la capital europea del viento.

Para su tranquilidad y la mía, claro está, el día empezó fresco y despejado, con ausencia total de viento, al menos en Málaga. Eso nos garantizaba un viaje más pausado y sin tanto sobresalto como el anterior, al menos de inicio. Cogemos la A-7, Autovia del Mediterraneo, sin desviarnos de su trayectoria. Ignorando a la AP-7, como en teoría podía interesar, pero al ser autopista de pago, y al haber hecho tantas veces ese camino, decidí ir por la via “gratuita”. Sin duda veríamos más paisaje y no tanta carretera como en Portugal, aquí las autovías, de momento no son de pago, y te dejan ver algo, como no hacía viento, nos pareció una buena idea. Como no hay elección perfecta, la carretera nos proporcionó un carrusel de curvas más o menos asequibles, con millares de incorporaciones de corto recorrido a nuestro sentido de marcha. De esta forma, se exigía máxima concentración, ya que muchos conductores se incorporan a la autovía sin apenas acelerar, al carril derecho, lo cual crea muchas situaciones de peligro. Poco a poco avanzamos. La autovía con sus accesos a todas las poblaciones de la costa del sol, y sus rotondas, hace que nuestra marcha sea algo más irregular de lo esperado. A cambio, somos recompensados por unas vistas de la costa de Torremolinos, Benalmádena, Fuengirola, Mijas, Marbella ciertamente espectaculares. En esos momentos, no puedo evitar reflexionar sobre el tema de la sobreexplotación urbanística de la costa malagueña, hecho que se hace más patente según nos acercamos a Marbella. Es evidente la buena disposición de las infraestructuras de la zona, pero con ello, y el empuje del turismo se ha perdido la esencia, el alma del mar, algo de su encanto, de su belleza éterea. Con este pensamiento me dirijo a la gasolinera más próxima. Paramos en una gasolinera a la entrada de la ciudad, pausamos la filmación de la cámara, y repostamos. También aprovechamos para estirar un poco las piernas, y comentar que el viaje esta siendo algo insólito. Insólito, en el sentido de que, tal y como le exprese a mi novia, los viajes en moto que había realizado hasta ese instante siempre habían tenido como acompañante a nuestro querido amigo “viento”. Sin embargo, en este, a excepción del lógico rozamiento, no nos habíamos llevado ningún susto, incluso en los puntos del viaje donde preveía que tendríamos problemas, como en el Mirador de Mijas. Era patente en la cara de mi novia, que este estaba siendo un viaje más cómodo para ella. Igualmente para mí, y mi espalda lo estaba agradeciendo. De todas formas no había que cantar victoria, ya que a Tarifa la llaman la capital del viento de Europa por algo.


Tras anclar la cámara a la moto, y darle un nuevo ángulo de filmación, iniciamos la marcha. Con ganas de superar cuanto antes Marbella y San Pedro de Alcántara, esta última población se encontraba inmersa en grandes obras. Las cuales nos retrasaron, pero no mermaron nuestro ánimo y moral. Sin embargo, el tiempo empieza a empeorar, el cielo se encapota y se empieza a formar una pequeña neblina, apenas perceptible. Por efecto de la velocidad, nos mojamos, aunque no exceso. Yo apenas lo noto, a pesar de que conlleva una disminución de la temperatura. Afortunadamente la situación no empeora, menos mal, porque M Carmen, no contaba con protección en piernas y pies para ese contratiempo. A pesar de la leve dificultad meteorológica de la niebla continuamos la marcha hacia Estepona. Siempre, claro está, por los tramos de autovía, sin pasar por peaje. En tiempo atrás, realicé con bastante frecuencia este recorrido y los compañeros de trabajo siempre me decían lo mismo:

De los tres tramos de autopista, te puedes saltar los dos primeros, pero es mejor que pases por peaje y pagues en el último, te ahorrarás muchos problemas”.

Como nunca hicimos tal cosa, siempre pagamos en los tres peajes, nunca supe a que se referían con lo de “ahorrarse problemas”. Así que, para no variar la costumbre de hacer caso a los consejos de los demás, el último tramo de autopista, también lo pasamos de largo. Pronto descubriríamos a que se referían con eso de los problemas. Efectivamente, nos comimos rotondas cada 100 metros a la entrada y salida de Estepona. Además, con la niebla había que estar muy atento a la señalización, y lo cierto es, que a mi cada vez me estaba costando más avanzar. Mi casco AGV K-3 Sword de Valentino Rossi tiene una visera que repele el agua, pero el agua de lluvia, no las pequeñas gotitas que parsimoniosamente la salpican y se posan sobre ella. 


De modo que un hubo un momento, en que no veía nada, y con los guantes mojados no podía hacer nada. En mitad de esa serie interminable de glorietas decidimos parar y mi novia, siempre presta (y amable), me limpia la visera con un pañuelo seco. En ese momento, se produjo una graciosa anécdota. Le dije, sin pretensión de nada:


La lente parece estar mojada”, a lo que ella pregunta: “¿Quieres que te la seque también?

Bueno”- Respondí con timidez.

“¿Y por que no me lo dices abiertamente, natural?”- Espeta ella mientras la limpia.


Desde luego, por no molestarla, no me atreví a pedirle algo que le costaba más hablarlo que hacerlo. Tiempo después estuvimos bromeando mucho sobre el tema incluso antes de partir. Tras esta parada técnica imprevista retomamos el curso de nuestro viaje.

Dejamos atrás Estepona, su mal tiempo y sus rotondas de acceso a múltiples urbanizaciones y nos dirigimos a Algeciras. La neblina al fin, nos abandona. Allí, la cosa se complica, no había excesivo tráfico, pero si es verdad que los carriles se estrecharon y pasamos de uno doble para ambos sentidos, a uno para cada sentido. Además no se como, pero siempre se forma atasco en Algeciras en el mismo punto. A la entrada, cuando tienes que decidir si ir para Algeciras, centro, puerto, etc. o continuar hasta Tarifa. Siendo verano, pleno agosto, y siendo Tarifa el foco de tantos deportes acuáticos es normal que sucedan estas cosas.

Dejamos Algeciras y su bullicio atrás. Cogemos la N-340, con dos buenas noticias: Son los últimos 30 kilómetros hacía Tarifa y no hay viento de ninguna clase. 

De hecho, todos los aero-generadores del lugar están como estatuas, como testigos mudos de nuestra incursión en su territorio. Comparando esta situación con el Algarve, a mi novia, tuvo que parecerle un paseo. No me esperaba algo así, viniendo de Tarifa, pero nos ayudo a disfrutar sin sobresaltos de unas increíbles vistas de la costa africana, tan próxima a nosotros que parece que puede alcanzarse con la mano.
Esta imagen impactó mucho a M Carmen, ya que nunca la había visto. He de decir que ya había visto la costa africana desde España. Pero esta visión tenía para mi algo especial al saber que ella está descubriendo y disfrutando nuevas cosas gracias en este viaje. Seguramente, ella, gracias a la ausencia de viento pudo deleitarse más que yo al ver África.  Mientras estaba demasiado ocupado con las curvas de la carretera.

Por fin, llegamos a Tarifa. Ya se siente el aroma del mar y una ligera brisa que lo inunda todo con su frescura. Son aproximadamente las 11:00 de la mañana. No teníamos ni idea de donde estaban los de Nomada Surfschool. Pero habíamos quedamos previamente con ellos en la entrada del puerto. Como ya nos sabemos un poco de la ciudad, sin titubeos cruzamos el centro de la localidad. Nos paramos en un semáforo y a nuestra izquierda observamos la ciudad amurrallada con una inscripción dedicada a Guzmán “El Bueno”.

Por lo que se ve Alonso Pérez de Guzmán “El Bueno”, guerrero leonés, fundador de la Casa de Medina Sidonia y a las órdenes del Rey Sancho IV defendió Tarifa en 1294 del asedió de los musulmanes. Los cuales estaban confraternizados con el Infante Don Juan, hermano del monarca. Los musulmanes al verse vencidos, optaron por raptar al hijo menor de Guzmán y amenazaron con matarle si no entregaba la plaza de la ciudad. Guzmán respondió a este chantaje arrojándoles un cuchillo y advirtiéndoles de que “Los buenos caballeros ni compran ni venden la victoria. 

 No engendré yo a mi hijo para que fuese contra mi tierra”. Así, el defensor de Tarifa, dejó matar a su hijo por la patria. Si hubiésemos tenido más tiempo, hubiéramos podido adentrarnos en dicha muralla y llegar hasta la plaza que defendió Guzmán con la vida de su hijo donde hubiéramos observado dicha frase escrita en el pedestal de una estatua erigida en su nombre.
En fin, con el semáforo verde, nos ponemos en marcha de nuevo, y siguiendo la misma calle principal, llegamos hasta la entrada del Puerto de Tarifa. “Horror” no hay nadie. Con un poco de miedo, aunque habíamos llegado a tiempo, pensamos en dar una vuelta por las inmediaciones a ver si veíamos el autobús. En ese instante, casi por arte de magia, vemos el autobús. Rápidamente, nos acercamos a él, nos quitamos los cascos y hablamos con uno de los profesores, Juan, creo recordar. Aprovecho para pedirle permiso para guardar nuestras cosas, él accede. Primer problema resuelto: Donde dejar las alforjas y ropa mientras practicamos surf. Tras esto seguimos al autobús hasta donde tiene la escuela el almacén con los neoprenos. Se ve a mi novia muy contenta en el trayecto, por un momento pensaría que nos iban a dejar tirados. Yo reflexionaba sobre otra cosa:

“Un autobús saliendo como media hora más tarde que nosotros de Málaga, ha llegado antes a Tarifa, pero ¿como demonios lo ha hecho? Acaso, ¿se ha parado el tiempo?, pues el autobús no parece un Ferrari, ¡Dios Santo! que no me ve mi novia con esta cara de soslayo”.  
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Si hubiera sido esto un desafío de Top Gear me hubierán vapuleado a collejas mis queridos y siempre presentes: Jeremy Clarkson, Richard Hammond, James May, y Stig directamente se hubiera reído de mí. Total, no le iba a ver la mueca.

Con un poco de rídiculo encubierto, paramos en una plaza cercana, al lado del autobús, donde había una cafetería con una camarera muy amable, pero muy asediada ante tantas peticiones de consumiciones. No se como lo hice, pero sin ser el primero en pedir, conseguí llevarme el gato al agua, y ser el primero en retirar y pagar mi bebida. Mientras pido, mi novia aprovecha el excusado.
Tras “el precalentamiento” en la cafetería, depositamos el resto de nuestras cosas en el maletero del autobús y candamos la moto. Ya estamos listos para nuestro curso de Surf. Nos vamos a la Playa de los Lances enfundados en nuestros neoprenos y con nuestras tablas.

A continuación, os muestro unas fotos. Especificar que sale mi novia en todas ellas ya que al empezar el curso me sentí muy indispuesto para continuar. De modo que, cuando me recupere, le vi el lado positivo al asunto y pensé en hacerle fotos a ella de su experiencia para que tuviera un bonito recuerdo.

Aquí tenéis una pequeña muestra. Como anécdota señalar que durante las explicaciones previas antes de lanzarse al agua, el profesor las daba en ingles para el grueso de la clase. En su mayoría, alemanes, holandeses, y estadounidenses. Yo me enteraba de la misma y se la traducía a mi novia. Pero hubo un momento en el que la traducción simultánea fue imposible. Así que ella, con la naturalidad que le caracteriza le dijo al profesor:

“Mira Juan, no me estoy enterando de nada, me voy con tu hermano”, que en ese momento apareció en escena, sin duda, al vernos acuciados por la barrera idiomática. 

























A pesar de todo, se lo pasó como una enana. Probó más agua que tabla, pero lo hizo bastante bien para ser la primera vez. Al menos, aguanto más que yo. Para mi el curso duró la teórica y 20 minutos en el agua como mucho. En otro orden de cosas, es increíble lo que cambió el tiempo a lo largo de dos horas nada más que duró el curso. De un día despejado como son las primeras fotos a uno con una niebla densísima al finalizar la sesión. Las olas, al principio tímidas se fueron embraveciendo conforme iba pasando el día. Por estas fotos pensareis que las olas eran de risa. Pero después de irnos a comer con nuestro grupo, el mar se puso totalmente impracticable para unos novatos como éramos nosotros. Aprovechamos ese intervalo para descansar un poco. Y echar unas fotos a lo que teníamos alrededor.

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El curso había terminado, algunos aprovecharon para descansar como nosotros, otros se fueron a conocer la ciudad. A las 18:00 recogemos nuestras cosas, las anclamos a la moto y concluimos nuestro curso con una sonrisa y con ganas de repetir la experiencia con esta escuela de surf. Donde los profesores son tan competentes, como simpáticos y agradables. Antes de marchar, decidimos hacer una parada en Punta Paloma, que es el punto más al sur de la Europa continental y hacernos unas fotos, en la franja de tierra que apenas separa por unos metros el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo.
Por desgracia, no pudimos llegar hasta ese punto. Por dos motivos: Primero, una valla que impedía el paso, puesta por la Policía Local. Con mucha cara, lo siento, nos la saltamos.

Y el segundo y definitivo, porque Punta Paloma son unas instalaciones militares de gran valor estratégico, en las que esta vetado el acceso, sin el correspondiente permiso cursado a la Comandancia de Marina. Con minucioso respeto, nos adentramos hasta donde podemos y nos hacemos estas fotos del lugar, por las que mereció, sin dudarlo saltarse la primera valla.



Lo que se aprecia en el fondo de estas imágenes, son las costas del continente africano.








Como curiosidad, tengo que deciros, que los locales, suele preferir hacinarse en la pequeña cala de la parte mediterránea. Incomprensiblemente porque a apenas unos metros, la parte atlántica tiene espacio de sobra para bañistas y amantes de los deportes acuáticos y emociones fuertes como: el surf, kitesurf, windsurf. Como colofón a esta aventura, nos hacemos la foto en el punto más al sur, que nuestra condición de civiles nos permite, de Europa. Para mí sin duda la mejor foto.
Por desgracia, otros tantos cogieron nuestro ejemplo, y se saltaron la valla, lo que alertaría a alguien en la base militar, porque inmediatamente empezaron a salir coches de ella y con una rápidez inaudita llegó la Policía Local a repartir “felicitaciones de navidad”. Mientras recogíamos eche esta última foto. No sabría decir si esa estatua era de Guzmán “El Bueno”, lo que si me vino a la mente fue  que de ese saliente la famosa kitesurfista Gisela Pulido, 7 veces campeona del mundo, emprendió un desafió cruzando el estrecho con la única ayuda del viento, compitiendo con un ferry, y ¡consiguió llegar antes! No pude evitar pensar en el capitán de dicho ferry, y en las sensaciones que tuvo al ver a Gisela cruzar el estrecho antes que él.
Seguramente algo muy parecido a lo que sentí yo al “competir” contra el autobús “supersónico".

 Incomprensiblemente porque a apenas unos metros, la parte atlántica tiene espacio de sobra para bañistas y amantes de los deportes acuáticos y emociones fuertes como: el surf, kitesurf, windsurf. Como colofón a esta aventura, nos hacemos la foto en el punto más al sur, que nuestra condición de civiles nos permite, de Europa. Para mí sin duda la mejor foto. 
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Día 1    (Por la tarde)Tarifa-Gibraltar-Málaga                                    179 kms


Tras tomar estas fotos de forma clandestina, nos vamos de Tarifa, no sin cierta pena, al menos por mi parte. Siempre me ha enamorado esta ciudad por todo lo que representa: la belleza indómita y desconocida de África, el viento, el mar… Nos vamos con la promesa de volver, y poder así disfrutar de la otra Tarifa, la histórica, la alejada de los esteotipos impuestos por el turismo más feroz. Igualmente para mi, ambas propuestas son bellas.

Mientras nos ibamos, mi novia nota, impotente, mi pena por irme. De modo que paramos en un mirador elevado cerca de Tarifa donde se puede apreciar el estrecho en todo su magnificiencia. Y de paso los aero-generadores con algo de movimiento. Desde luego, son unas vistas muy románticas.


Al salir, nos paramos atónitos ante la perpleja mirada azulada de un niño de unos seis años, que nos dejó paralizados. De hecho, a mi se me caló la moto y casi nos caemos. Nos enterneció la inocente curiosidad de su mirada y como preguntaba a su madre sobre nosotros. A la cual le resultaba imposible tirar de él. Tras unos agradables minutos de mirarnos y saludarnos, nos marchamos con una sonrisa. Seguramente, la misma que le dejamos a él. Supongo que debimos parecerle unos extraterrestres.



Los kilómetros se suceden sin novedad, hasta que llegamos a Algeciras y surge el dilema: “¿Nos desviamos un poco a Gibraltar y lo vemos? O seguimos hacía Málaga”. Mi novia, lo tenía claro, seguir hasta Málaga, antes de que se hiciera de noche. Estuvimos debatiendo los dos, a baja velocidad y con precaución, qué hacer. La verdad, es que tenía muchas ganas de visitar Gibraltar, pero M Carmen tenía razón, se estaba haciendo de noche, y la moto no es que illumine una maravilla. Con pesar, procedo a continuar hacía Algeciras para luego llegar  a la provincia malagueña, cuando de repente, mi novia me da un toque y me dice:



¿Cuantos kilómetros llevamos? Si quieres, podemos repostar en Gibraltar”.
Se me encendió una bombilla. No estaba al límite de capacidad del depósito pero podría llenarlo a más bajo precio en el peñón y me daría autonomía para completar el viaje. Asi que sin más dilación pongo rumbo a Gibraltar. No sin antes perderme por allí, como no podia ser de otra manera en mí. Que cerca parece en el horizonte la colonia británica y que vuelta hay que dar para llegar. Al menos a mi me lo pareció. Finalmente llegamos con el atardecer sobre nuestras espaldas a la Línea de la Concepción. Localidad que comparte frontera con nuestro próximo destino. La cual, nos regaló unas maravillosas vistas de la bahía de Algeciras, sus playas, Puerto deportivo, etc. Dadas las horas que eran, no había nadie haciendo cola para entrar en Gibraltar, asi que aprovechamos para hacernos unas fotos con la famosa roca de fondo.

Tras la sesión, cruzamos la frontera en una exhalación. Nuestra segunda frontera en menos de una semana. Tan bonito era, que un policía gibraltareño nos da el alto, seguramente aburrido porque allí hacia horas que nadie había entrado en vehículo. Tras identificarnos ante el amable policía proseguimos por el istmo, vilmente arrebatado a nuestra soberania y cruzamos por el medio del aeropuerto de Gibraltar. Ciudad famosa, además de por su peñón y monos, por tener más empresas que personas censadas en su territorio. Finalmente llegamos a la gasolinera. Repostamos, que maravilla, hacía como 4 años mínimo que no veía la gasolina a 1,296€/litro, fue por tanto, un agradable viaje al pasado. Antes de irnos, compramos agua, que sin querer casi me marcho sin pagar, cambiamos la visera del casco ya que era de noche y ayudamos a un buen hombre a llegar con su todoterreno al surtidor de gasolina. El británico, se había quedado sin combustible, y se le paró su vehículo a un metro de nuestra posición. Eso si que es apurar un depósito. Por cierto, era un todoterreno Toyota, tan grande que no abarcaba en el objetivo de cámara. ¡Dios mio! para darle de comer a semejante bestia. Encima, llevaba una pegatina que amenazaba al que osará llevarse su coche por estar mal estacionado, eso si es persuasion, me pregunto si funcionará en España ese método. Tras el agradecimiento, nos despedimos cordialmente de él. Por desgracia, la premura de tiempo, nos hizo desistir de visitar Gibraltar, era ya de noche. Mejor así, de esta forma tendríamos una excusa para volver. Antes de irnos realizamos estas fotos.








Asi que pusimos desde alli rumbo a Málaga. Para volver cogimos el mismo itinerario para la vuelta, es decir, por la A-7, sin pasar por la autopista AP-7. Quizá fue  un error, ya que por la noche, no se ve nada y lo que primaba era más la prontitud por llegar a nuestro destino que otra cosa. En fin, decidimos no variar la ruta y con el depósito lleno, se hizo del todo innecesario cualquier tipo de parada. El tiempo siguió totalmente calmo, así que ni hubo viento ni inclemencias que retrasaran o incomodaran nuestro regreso. Nunca imagine un viaje a la capital del viento de Europa sin viento en el viaje. Las ciudades pasan ante nuestros ojos a una velocidad inusitada, no es que vayamos más deprisa, deben ser las ganas de llegar. Con más hambre que prisa llegamos a Málaga a eso de las 21:30 si no recuerdo mal. Algo cansados pero contentos por la experiencia vivida, descargamos la moto, la guardamos y concluimos el viaje con la riqueza de la vivencias adquiridas.

Era nuestra segunda salida conjunta en dos fines de semana. Y, sinceramente, no sabría decir cual me gusto más. Las dos tuvieron su encanto, la belleza de la novedad y lo emocionante de lo desconocido. Pero incluso lo que ya conocía de este segundo viaje se tornó excitante, porque lo estaba compartiendo con ella, M Carmen. A la cual, debo felicitar por su paciencia, saber estar y ganas de pasarselo bien. Que es de lo que realmente se trata, y eso, a pesar de ir como paquete en una moto, ya que no se disfruta igual del viaje.

De estos dos viajes saco la conclusion de que hay que pensar en mil cosas antes de embarcarte con una persona en una aventura de esta naturaleza, y aún así, siempre se olvida algún detalle. Sin embargo, la buena disposición y la positividad son dos excelentes armas para afrontar los contratiempos que puedan surgir durante la ruta para hacer más interesante y enriquecedora la experiencia.

Para terminar quiero compartir con vosotros unas sensaciones que he tenido a bordo de mi moto que nunca antes había tenido. En estos cuatro años que la tengo en montado en infinidad de ocasiones y hechos viajes de toda índole, más bien a pequeña escala. Pero en estas dos semanas experimenté algo que nunca antes había experimentado. Cuando he ido con mi pareja en moto, no he hablado con ella durante horas, no la he mirado, ni tampoco escuchado. Las paradas, monotonas en otros medios de transporte como coche o bus, se tornan apasionantes, relatando esas cosas que ves por solo un segundo en tu vida, pero que pueden impactarte por días, meses o años. Es realmente increible el grado de conexión que se logra . El ruido del viento y del motor, fueron mis unicos compañeros durante la travesía, pero a pesar de ello notaba como que no estaba solo. Como que con cada km hay estaba ella, animandome a continuar, a pesar de las inclemencias y dificultades. Imposible no quedarse corto en palabras para describirlo. De tal forma que con un leve toque sabes qué esta bien, qué necesita, si lo esta pasando mal o por el contrario, está disfrutando del viaje.

Creedme cuando avanzas solo un km más cuando ya crees que no puedes más puede marcar la diferencia en toda tu vida. Esa enseñanza ha sido la más importante de estas dos breves pero intensas aventuras, que espero hayais disfrutado y os haya inspirado.