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martes, 23 de septiembre de 2014

CAPÍTULO 14: LA DECEPCIÓN ATLÁNTICA

ETAPA 14: HELLESYLT-HEGRA


Distancia total ruta:  484 kms

Tiempo total:   9 horas

Ciudades visitadas:  4

Paradas:  4

Consumo medio:    3,45 l/100

Ferry:  38,69 €

Con el tronar constante de la cascada y la luz del sol impertérrita despertamos en Hellesylt. Miro por la ventana y no puedo dejar de maravillarme con las vistas que nos brinda este río que alimenta al fiordo Geiranger. Noruega parece habernos dado un respiro y hoy disfrutamos de un tímido sol aunque, lo mejor de todo, sin atisbos de lluvia en el horizonte. Si la jornada de ayer fue larga, la que hoy nos espera no le va a la zaga. 100 kms más que la etapa anterior, aunque me da la impresión de que las distancias en Noruega no se miden en kms sino en horas. La de hoy será una etapa que nos conllevará mínimo otras 7 u 8 horas de marcha incansable a través de este tesoro natural en la Tierra. Y es que vamos a tener una jornada muy apretada, si el tiempo lo permite y el reloj no nos aplasta con su inexorable pasar visitaremos lugares tan interesantes como: El Fiordo Geiranger, el cual tenemos bastante cerca, Trollstigen (o escalera del troll) y la Carretera del Atlántico Norte, en la recta final de nuestra etapa. Algunos de estos sitios los conocíamos previamente gracias a nuestros amigos Toni y Emilia, y otros hemos sabido de su existencia durante nuestra travesía por tierras vikingas. En este último apartado se encuentra el Trollstigen.


Trollstigen, es una carretera de montaña en Rauma, Noruega, parte de la carretera nacional noruega 63 que conecta Åndalsnes (Rauma) con Valldal (Norddal). Es una atracción turística muy popular, debido a su empinada inclinación del 9% y once curvas de 180º, en la ladera de la montaña, entre cascadas que van a parar a un inmenso valle.

En lo más alto de la carretera hay un gran aparcamiento, desde donde tras andar diez minutos se llega a un mirador. Con unas increíbles vistas de la carretera con sus curvas, y de la cascada Stigfossen. La cual cae unos 320 metros por la ladera de la montaña.

Sobre las otras dos atracciones ya veníamos informados. El Fiordo Geiranger, que tenemos como mucho a 30 kms, es uno de los fiordos más largos y profundos de Noruega, tanto que permite la navegación de grandes transatlánticos (que hacen el crucero de los fiordos por el país) como el que vimos ayer. Asimismo es uno de los más bellos. Para los que no vayan en un gran buque puede contemplarse en una travesía con un ferry de la compañía Fjord, que parte de Hellesylt y atraca en Geiranger, población que le da nombre. Por otro lado y para colofón de nuestra etapa de hoy tendremos La carretera del Atlántico, una carretera fuera de lo común, cabe decir que es una espectacular vía que va desde la costa continental y salta de isla en isla hasta llegar a Averøy, en un recorrido fantástico a través puentes que se retuercen sobre el mar en escorzos imposibles. No es casualidad que esta carretera sea el segundo destino turístico más visitado en Noruega.

Su construcción empezó en 1983 y son poco más de ocho kilómetros de recorrido que incluyen ocho puentes sobre el océano. El hito principal de la carretera es precisamente el puente de Storseisundet, el más largo de todos (260 metros), que realiza una curva espectacular.

Tal es la importancia de esta carretera que los noruegos la eligieron como la construcción del siglo XXI en su país. 


Con una agenda repleta de emociones, desayunamos fuerte con una extraña inquietud en nuestros pensamientos. Resulta que en Elgoibar vimos un video grabado desde un coche, de la Carretera del Atlántico en invierno con viento y oleajes infernales. A M Carmen eso de rodar sobre las aguas y bajo las olas no le gustó ni un pelo, y de decir que hasta el día de hoy el tema de la Carretera del Atlántico había quedado un poco olvidado. Hoy, sin embargo, no se puede dar marcha atrás y cruzaremos una de las carreteras más emocionantes del Mundo. Bueno, al menos esas son mis intenciones, ella, no obstante me mira preocupada y entre risas forzadas me dice:

Rafa, si se pone a llover y hace mal tiempo nos damos la vuelta y vamos por otra carretera menos peligrosa hasta Hegra, ¿Vale?
M Carmen, pero vamos a perder la oportunidad de cruzar por una de las carreteras más emocionantes, entre islas.
Me da igual, yo no paso, si eso lo haces tu sólo, yo te espero al principio de la carretera, lo haces, te vuelves y nos vamos de allí. Prométeme que no vas a hacer ninguna locura.
Prometido - Asiento con la cabeza, tímidamente, pero con la firme convicción dentro de mi de cruzar pase lo que pase. Para mi, la carretera del Atlántico representa un desafío más de los muchos que habrá en esta aventura y como el miedo que pasé en el Preikestolen, pienso afrontarlo y superarlo. Y algo me dice que M Carmen me acompañará pase lo que pase.

Emprendemos la marcha, son algo más de las 08:30 cuando salimos de nuestro cómodo hytter. Nuestra moto ha dormido al raso, y presenta gotas de agua, sin duda por el discurrir del río que tenemos cercanos. Aún asi, nuestra moto goza de buena salud. La subo hasta la recepción para montar nuestro equipaje junto con M Carmen. Mientras vamos acomodando las cosas en las alforjas mi novia, me indica que ya llevamos alquilados dos juegos de sábanas, si en todos los campings que vamos a pasar va a ser esa la política, es más práctico llevar un juego de sabanas para dos y no alquilar ninguna más. Buena idea la de M Carmen, sin duda, así que desechamos las más endebles y nos quedamos con una ropa de cama de color azul, algo más resistente. Al terminar de montar el equipaje y antes de partir, reparo en un detalle: No hay nadie en recepción. Lo que en principio se soluciona dejando las llaves del hytter en un buzón, me produce una mueca de ironía, que mi novia enseguida capta. 

¿Que te pasa? - Me pregunta intrigada ante mi perplejidad.
¿No te das cuenta? Son casi más de las 08:30 y aquí recepción no hay nadie que nos controle la salida o nos haga el check-out. Si hubiéramos llegado ayer más tarde de las 20:00, podríamos irnos sin pagar.
¡¡Ah!! es verdad... Exclama ella con gran asombro.

Entre nosotros se hace un silencio sepulcral, mientras nos miramos con la boca abierta, para, a continuación, romper a reír en una frase que se está convirtiendo en lema de nuestra aventura, por lo menos durante nuestro periplo por el país nórdico: Esto es Noruega. Supongo que habrá que empezar a cambiar nuestro chip español.

Tomamos la E-39 en dirección al pueblo de Hellesylt, para hacer la travesía del fiordo Geiranger. Al llegar lo encontramos todo completamente desierto. No salimos de nuestro asombro. El silencio en otras veces amado ahora se torna ciertamente incómodo.

¿Qué día es hoy Rafa?
4 Julio, jueves. ¿Donde está todo el mundo?
O nos hemos levantado muy temprano hoy o es festivo - argumenta mi novia desde el desconocimiento 



Sin nadie que responda a nuestras cuestiones, retomamos la marcha hacia el puerto, donde seguramente encontraremos a alguien que pueda orientarnos como ver el fiordo de Geiranger. Al llegar al lugar, nueva decepción, no hay nadie. Tan sólo un cartel con los horarios y los precios del ferry. Por lo que se ve, cosa que desconocía, el ferry que cruza Geiranger cuesta 280 NOK para dos personas (unos 34 euros), en el cual se podrán observar bellas cascadas y poblaciones de focas. La mala noticia de todo esto es que si queremos llevar la moto con nosotros tiene un sobreprecio de 300 (NOK 36 euros). En total la suma asciende a 580 NOK (unos 70 euros por los tres integrantes del equipo Falco Stradale). Todo ello sumado al hecho de que el trayecto dura una hora y media, y que el próximo ferry partirá dentro de 3 horas, a las 12:30 horas. Ahora empiezo a comprender la ausencia de gente, esto habrá sido un hervidero hasta la salida del ferry de las 09:30, luego la calma. Nosotros hemos llegado con unos 15 minutos de retraso. Nuevamente un contratiempo en nuestro viaje se cierne sobre nosotros y hay que pensar que hacer:

Si cogemos el ferry, llegaremos a Geiranger a las 14:00. Tendremos que comer y echar gasolina al menos dos veces en esta etapa. Es decir que saldremos de aquí como poco a las 15:00, más luego 8 horas de etapa. Total que vamos a llegar a medianoche como poco.
Bueno, aquí no se pone el sol - le contesto intentando encontrar un resquicio para convencerla.
Ya, Rafa, pero no podemos permitirnos un retraso de 3 horas en nuestro viaje y encima con la etapa que nos espera, si la de ayer fue machacante hoy va a ser un infierno. Por si fuera poco si el GPS hace de las suyas nos perderemos y tardaremos, como ayer, casi una hora más. No quiero hacer esta etapa estando siempre pendiente del reloj.

Un dilema de difícil solución espera se cierne sobre nosotros: Disfrute u obligación, aventura o turismo. Hay tantos argumentos a favor como en contra. Tenemos el factor tiempo, aprisionandonos como si fuéramos un juguete, ya que las carreteras noruegas son lentísimas de recorrer. Tenemos el hecho de que los 580 NOK son un gasto inesperado que podría dislocar nuestro ajustado presupuesto. Pero el factor más importante, creo yo, son las tres horas, o quién sabe, de espera hasta que llegue el próximo ferry, si es que llega. Porque sin nadie en el pueblo no podemos constatar que el servicio está activo y que el próximo ferry saldrá a las 12:30. Es decir, 3 horas de espera sin saber muy bien si lo que estas esperando vendrá. Y mientras nuestros destinos a más de 400 kms de allí. Con resignación miro a mi novia, la respuesta se va gestando sola en mi mente: Debemos irnos de Hellesylt hacia Stranda. Ella, me devuelve la mirada sabiendo perfectamente que me hacía mucha ilusión coger este barco, pero poniendo la nota de cordura, debe oponerse a este dispendio, no ya de dinero, sino de tiempo. Un bien que en esta etapa escasea.


Con resignación, nos ponemos en marcha, esta vez de verdad, poniendo rumbo al norte hacia la localidad de Stranda. Donde cogeremos un ferry, algo más barato y algo más rápido, para continuar nuestra aventura. En esta ocasión nuestra travesía en barco es más corta que de costumbre, apenas da tiempo de bajarse de la moto en los casi 3 kms que separan Stranda de Liabygda. En concreto el billete nos sale por unos 78 NOK, unos 11 euros para los dos.

Pasado el trámite, y en la otra orilla del fiordo Geiranger, volvemos a la carretera con ganas de devorar el asfalto y de ver cosas increíble. Algo que, en definitiva, nos haga olvidar el fiasco del ferry que no pudimos coger el Hellesylt. Habiendo recorrido unos 30 kms desde Liabygda observo una de tanta señales de tráfico de color marrón con una especie de flor, que anuncian sitios de interés turístico en este país. Lo cierto, es que el gobierno noruego debería gastarse el dinero en anunciar lo que NO es turístico, así acabarían antes. Cada pocos kms te encuentras con una señal de este tipo, la cual debes de rechazar investigar, unas veces por falta de tiempo y otras por desconocimiento sobre si nos apartará mucho de nuestro. Sin embargo esta señal que reza: "Gudbrandsjuvet", parece que está cercana a la E-39 y no nos obliga a desviarnos. Así que, unilateralmente, decido investigar en este punto de la región del Valldall. Aunque M Carmen parece no comprender el motivo de nuestra parada, pronto se da cuenta de que ha merecido la pena.














Allí permanecemos unos 20 minutos más o menos. Tiempo suficiente para echar unas fotos y para que M Carmen se tome el primer café caliente del día. Café aguado, si, pero que la calienta y alienta a seguir a pesar del frío y de la lluvia. Afortunadamente hoy, el café es un disfrute y no una necesidad, el tiempo acompaña y hay que aprovecharlo. 







Volvemos a la ruta que nos marca la E-39 con destino al Trollstigen. Según mi intermitente GPS Tomtom nos quedan unos 24 kms para llegar. No parece mucho, sin embargo, la carretera se encarga de recordarnos que esto es Noruega y sus carreteras apenas dejan margen a la distracción. 



El proceloso valle en el que nos sumergimos parece que se cierra poco a poco sobre nosotros como las fauces de un cocodrilo. Fauces, las montañas, que van creciendo poco a nuestro paso, a la vez que el camino se retuerce como una cuerda dentro de un bolsillo. Por momentos, la carretera se hace más estrecha, en nuestro ascenso. Las curvas de nuestro camino son algo más reviradas, pero no era lo que esperaba la verdad. Puede sonar pedante, pero o yo he mejorado mucho en mi nivel de conducción o la fama del Trollstigen era infundada. Pasados apenas una decena de kms conseguir llegar a la cima del Trollstigen, sin muchos alardes, ni sufrimiento.


Parece que todo el mundo se ha ido de vacaciones en Noruega, todo esta yermo allá donde alcanza la vista, nuevamente estamos solos. ¿Qué demonios ocurre?¿Han invadido el país? Esto cada vez se parece más a Amanecer Rojo. Con la extraña sensación de no saber muy bien lo que esta pasando, dejamos nuestra moto aparcada en la inmensa explanada habilitada. Trollstigen conseguido, pero nos surge un nuevo problema:

Rafa, ¿donde dejamos nuestras cosas?
Vamos a ver si nos la pueden guardar en esa tienda de souvenirs, que no nos pase como en Versalles que me con las ganas de verlo.

Con algo de respeto, casi intuyendo una negativa, me dirijo al dependiente para pedirle que nos guarde el equipaje lejos de las manos ajenas. Inesperadamente acepta y nos guarda todo en sus almacenes. Gratamente sorprendido, se lo cuento a mi novia, a la que dejo boquiabierta. Desde luego, la amabilidad noruega se sale de la escala. 

Livianos de equipaje nos disponemos a averiguar que es eso del Trollstigen. De momento, no parecen más que un emplezamiento turístico al abrigo de unas nevadas montañas. Sin embargo, paso a paso nos vamos dando cuenta que el enclave en el que se ubica esta especie de parador cuenta con unas instalaciones dignas de un hotel de cinco estrellas. Pequeños estanques, cascadas artificiales y puentes de suelo acristalado acompañan nuestra marcha, marcha que empieza a ser interesante desde el primer metro de andadura. Precisamente, metros después nos damos cuenta de este tesoro oculto en el interior de Noruega. 

















Debo decir que esta ocasión me siento bastante seguro en las alturas, ya que al contrario que en el Preikestolen, estas instalaciones cuentan con todo lo necesario para acercar al turista a estos paisajes sin peligro. Además, el mirador tiene varias alturas, dando al espectador la sensación de estar bajando o subiendo por el valle, proporcionando con ello perspectivas nuevas del lugar sin apenas moverse. Desde aquí uno se siente pequeño, compungido ante tanta majestuosidad. Frente a mi, un valle (nuevamente en forma de U) verde esmeralda, escoltados por sendos barrancos de los que manan cascadas. Aunque desde esta distancia bien podrían parecer lágrimas de la madre tierra. Todo es sencillamente precioso y ni siquiera el viento amarga esta estampa. De pronto, me da por mirar hacia abajo y es en ese preciso instante cuando se me corta la respiración. Algo me dice que hemos subido por la parte fácil del recorrido y que es en el descenso donde "disfrutaremos" del Trollstigen. 

Madre mía, y ¿Por ahí vamos a bajar? - exclama M Carmen sin salir de su asombro.
Bueno planteémoslo como un entrenamiento para la subida al Stelvio o la Carretera del Atlántico
Tu y tus entrenamientos, a ver si salimos vivos de aquí primero, ¿Has visto que curvas?


A M Carmen desde luego no le falta razón cuando afirma que lo que nos espera va a ser durillo ya que tenemos hasta donde se pierde la vista en el valle, un sinfín de curvas cerradas de 180º. Bueno, supongo que no hemos llegado hasta aquí para dar marcha atrás, además dentro de poco nos espera la Carretera del Atlántico, más vale ir preparándose para lo inesperado. Además el tiempo acompaña, que ya es decir mucho. Tras unos minutos de fotografías, en los que intentamos abstraernos de nuestras futuras aventuras, llega la hora de reemprender el viaje hacia Hegra, antes de que se demore más el día.

Cuando llegamos a la tienda de souvenirs, este país vuelve a sorprendernos de grata manera. Miro hacia el aparcamiento y veo al lado de nuestro Falco Stradale un escuadrón de motos, algo normal, sin duda. Lo que ya no es tan normal, es que todas las motos están aparcadas, con las llaves puestas, cascos encima de los espejos retrovisores (algunos con cámaras Gopro acopladas) alforjas, chaquetas, guantes y ¡hasta pantalones! En definitiva, motos y equipo en muchos casos por valor de más de 20000 € al alcance de la mano de los amigos de lo ajeno, sin embargo en este país, por algún misterioso tipo de campo de fuerza invisible nadie osa tocar lo que no es suyo. Ese campo de fuerza, no tiene nada de mágico, es simplemente el respeto por las cosas ajenas, algo sin duda perdido en España. M Carmen y yo nos miramos boquiabiertos ante la escena, enmudecidos. La escena que representamos provoca la risa involuntaria de dos turistas que bajaban de un autobus que acaba de arribar al lugar.




Sois españoles, ¿Verdad? - Pregunta un turista que se nos acerca.
Si, me llamo Rafa y ella es mi novia M Carmen, somos de Córdoba y Badajoz, y estamos dando la vuelta a Europa en moto. Perdona pero no hemos podido evitar sorprendernos por esto, ¿Como es posible?
Os he visto un poco impresionado por lo de las motos y he pensado: "Estos son de España fijo". Tranquilos, a mi también me pasó, cuando vine de las Canarias a Oslo con una beca Erasmus. Poco a poco te acostumbras, a lo único que no te acostumbras es a la falta de sol. Aquí en Noruega, nadie toca lo que no es suyo. A mi incluso me ha pasado que me he dejado el ordenador portátil en un bar, a las pocas horas he vuelto y me he encontrado el portátil en el mismo sitio.
Canario, ya decía yo que ese acento me sonaba. ¿Como te llamas?¿A qué te dedicas? - Le pregunto
Ya, y a mi el vuestro. Me llamo Manuel y trabajo en una empresa petrolífera. 
¿Y quien no? - Dice mi novia con naturalidad.

En ese momento, rompemos los tres en una sonora y sana carcajada, encantados de haber encontrado a un compatriota, nuevamente, lejos de casa. A pesar de lo diferente que es este país con respecto al nuestro, la gente que hemos encontrado se ha adaptado bastante bien y no hace otra cosa que decir cosas buenas de estas tierras. Terminado el encuentro, M Carmen y yo reflexionamos en voz alta lo ocurrido, empezamos a comprender que quizá haya sido una estupidez pedirle al dependiente de la tienda de souvenirs que nos guardará nuestras cosas. La realidad de este país vuelve a sorprendernos gratamente con la guardia baja. 

Cogemos nuestras cosas y mientras M Carmen las va posicionando, me ofrezco a darle al amable y joven dependiente una propina por las molestias. Él declina la oferta, con un escueto: "You welcome", al menos es lo que entiendo, y con una sonrisa me despide, deseándome un buen viaje. Sin duda, me quito el sombrero ante el civismo, buena educación y ganas por agradar al visitante de los Noruegos. Sin más dilación, ayudo a mi novia a poner los bártulos en el Falco Stradale y nos ponemos rumbo a la Carretera del Atlántico, último hito de nuestro viaje. 



Los primeros metros de nuestro descenso son tranquilos, y aprovechamos para hablar de la gentileza noruega. De repente, nos encontramos con la primera curva a derechas, que nos marca el comienzo del sempiterno descenso del Trollstigen. Más escalera del troll debería llamarse serpiente del troll, porque apenas hay tiempo de recuperarse de la tumbada de una curva cuando se avecina otra en el sentido contrario. La concentración debe ser máxima, no es fácil la verdad abstraerse del bello entorno focalizando tu mente en la conducción. M Carmen se encarga de recoger testimonio de nuestra bajada con su cámara en forma de video y fotos, bastante emocionante por cierto, una experiencia increíble para aquel que pueda quitar la vista de la carretera. En eso tengo que decir que envidio a mi novia, aunque bien es cierto que las sensaciones a los mandos de una moto son totalmente indescriptibles, y más en un entorno tan bello como este. Sin duda, esta carretera constituye un hito imprescindible para cualquier motero que se precie, uno de los muchos que intentaremos en esta aventura. En uno de los pocos descansos, en forma de recta, que brinda esta bajada del Trollstigen hago una parada técnica para que M Carmen fotografíe con más calma este bello entorno de la región de Rauma. No nos olvidamos de fotografiar, desde abajo, el mirador, lo cual nos da una perspectiva de lo mucho que hemos bajado en escasos kms. 





Este sitio es increíble, y casi constituye un delito irse, pero debemos proseguir con nuestra aventura. Todavía nos quedan unos larguísimos 384 kms hasta llegar Hegra. Y antes, y si el tiempo se muestra estable como hasta ahora nos desviaremos de nuestra ruta original para cruzar la Carretera del Atlántico, la cual nos aguarda desafiante.

Ponemos rumbo hacia esa desafiante carretera, abandonando por primera vez desde que comenzó nuestro periplo noruego la E-39, para coger la E-136. Superamos el valle que va a dar al fiordo Is bordeamos su orilla, y dejamos atrás como un sueño olvidado la ciudad de Andalnes. A la altura de dicha ciudad cambiamos a la Rv-64 para atravesar el lago Gjerdset. Un lago precioso con una bonita isla en el centro que se asemeja a la Isla de Avalón, tantas veces relatadas en las leyendas arturicas. A los pocos kms nos plantamos en la ciudad de Afarnes, en cuyo puerto debemos esperar para coger un ferry que nos lleve a la ciudad de Salsnes. Pagamos nuestro billete de 86 NOK (12,28€) y mientras esperamos me tomo un chocolate caliente, mientras M Carmen se deleita con un cafe aguado noruego. Aguadas como nuestras crónicas por este país, a estas alturas de este viaje he perdido la cuenta de cuantas veces hemos cogido una embarcación para salvar los accidentes geográficos de Noruega. 


Tras una brevísima travesía en la que apenas nos bajamos de nuestra montura para estirar las piernas. Salimos del ferry y casi de inmediato Salsnes con la buena nueva de que al estar circulando por la Rv64 ya estamos oficialmente en la Carretera del Atlántico. Sin embargo, todavía nos queda, más o menos, una hora de camino hasta el famoso trecho objeto de nuestro desvío en la ruta. Proseguimos por la nueva Rv64, nueva, lo digo porque la hemos cambiado tras más de 1000 kms por la E-39. Una carretera mala (E-39) que nunca pensé que echaría de menos, porque está que nos llevará hasta los famosos puentes que "saltan" islas es horrible la verdad. Está claro que el nivel de este país no se encuentra en sus carreteras. Pasada Nesjestranda, pequeña población cerca de Salsnes, llegamos en apenas 20 minutos pasamos cerca del aeropuerto de Molde, tras pasar por la isla de Bolsoya. El paso por Molde, la conocida como Ciudad de las Rosas y capital de la región de More og Romsdal, se convierte en un paso, desgraciadamente, meramente testimonial. 40 kms después tras pasar por la localidad de Eide y Vevang, y tras callejear por pueblos yermos de gente, entre caminos de fincas en mitad del campo, llegamos a un puente de retorcida figura que marca el comienzo de la parte emocionante de la Carretera del Atlántico. El tiempo, por fortuna acompaña, por lo tanto vamos a disfrutar de estos 8 kms trepidantes. Pero antes, una parada técnica para descansar un poco, fotografiar el entorno y concentrarse en la gesta que estamos a punto de realizar.











Bueno, ha llegado la hora de la verdad, la hora de demostrar de lo que estamos hechos, contenemos la respiración y nos ponemos en marcha entre un campamento improvisado de caravanas y motos. En pocos metros subimos el puente de Storseisundet y ya nos encontramos rodando sobre el agua , a mi derecha puedo observar una lancha motora que navega debajo de nosotros. Majestuoso observo la escena en la distancia, con la sensación de estar subido, literalmente, en una montaña rusa. Sin embargo, no tengo mucho margen para deleitarme con la vista, enfrente nuestra circula una caravana que ralentiza nuestro paso, y que nos estropea un poco la vertiginosa bajada del puente hasta la siguiente isla. 



Bueno primera prueba superada con la rapidez de un parpadeo, abandonamos esta "cola de dragón" y nos encaminamos hacia la segunda isla. De repente, freno para evitar chocar con la caravana que nos ha escoltado durante la travesía por el Storseisundet, y es que a la bajada del puente se concentra otro buen puñado de caravanas con sus ocupantes pescando en las inmediaciones. El paso a la siguiente isla transcurre por un puente totalmente recto de apenas un km de longitud. En ese instante, empiezo a pensar que la famosa Carretera del Atlántico no ha cumplido mis espectativas. El primer puente que subimos si fue espectacular, casi como montarse a lomos de un dragón, desde el cual se podía mirar con altivez al mar. Pero los siguientes pasan tan rápido como los destellos de las ventanas de un tren al pasar por la noche. El paisaje va dibujando prácticamente un telegrama a nuestro paso, a ratos tierra, rocas y a otros agua. Un cambio de paisaje tan rápido que apenas deja saborear el momento. No tengo la sensación de inmensidad que M Carmen y yo sentimos, por ejemplo, cuando cruzamos el Puente Vasco de Gama en Lisboa (Portugal), el tercero más grande del mundo y el primero de Europa en longuitud con sus 17 kms. Allí cuando tenías la sensación literal de volar sobre el agua, y sólo agua era lo que rodeaba. Mi intención era vivir una experiencia similar, pero con la particularidad de hacerlo entre islas y con la bella postal de los fiordos noruegos. Supongo que el mar calmo, la ausencia de viento y el buen tiempo, le han quitado algo de lustre a esta carretera, pero yo me esperaba otra cosa la verdad, quizá una serie de islas más separadas entre si, con puentes de formas imposibles, pero lo que nosotros hemos visto aquí para mi, particularmente no ha merecido la pena el desvío de 50 kms en nuestra ruta. Continuamos por la carretera del Atlántico hasta que se acaban las islas del fiordo y desembocamos en un cruce con una gasolinera a nuestra izquierda.

Rafa, ¿Esto era la Carretera del Atlántico? pues tampoco era para tanto.
No se, voy a preguntar en la gasolinera.

Después de la consulta y el repostaje, llego a la conclusión de que la parte que sale en todas las guías turísticas del mundo sobre esta carretera ya la hemos pasado, aunque la Carretera del Atlántico continua hasta Kristiansund. Los 8 kms más emocionantes de esta etapa se han convertido en un verdadero fiasco para nosotros, especialmente para mi, que insistí sobremanera para recorrerla. M Carmen tiene en el rostro una sonrisa algo burlona.

¿No te rías que tu estabas muerta de miedo por cruzarla? - le espeto.

La verdad es que dije la frase con un cabreo sin sustento, al poco nos miramos y nos partimos juntos de risa. Bueno una experiencia más a sumar a este viaje, no ha sido mala pero lo todo lo buena que hubiéramos deseado. Así que, tras la decepción de dimensiones atlánticas llega la hora de hacer una parada para comer y reponer fuerzas. El menú estará compuesto por los prácticos noodles, de los que estoy empezando a hartarme. No es para menos, llevamos varios días desayunando, comiendo y cenando lo mismo. Y aunque todo esta de una calidad aceptable, hasta de lo mejor se cansa uno. Nos apeamos en uno de los frecuentes merenderos a los lados de la carretera que hay en este país, y M Carmen se dispone a calentar los noodles. Yo mientras, busco un sitio mejor para dejar nuestra moto a la vista. En eso que me encuentro con un raro autobus de dos plantas que también ha parado próximo a nosotros, con un extraño maletero adosado que llama mi atención. Antes de que pueda alejarme de allí, son los propios ocupantes del autobus, procedente de Alemania, los que reclaman mi atención. Sin pensármelo me acerco a conversar con ellos, dando origen a anecdóticos momentos.



Tras el encuentro, de aproximadamente 5 minutos, regreso a donde esta M Carmen.

¿Se puede saber donde estabas? Ya tengo la comida hecha, y se va a enfriar - Me dice mi novia algo preocupada.
Estaba hablando con unos alemanes muy simpáticos del autobus que tenemos enfrente. ¿Nos vamos a almorzar con ellos?
Dejate de historias, vamos a comer que tengo un hambre....

Después de la comida nos ponemos en marcha de nuevo, haciendo una pasadita por delante del autobus de los alemanes. Al vernos partir, muchos de ellos se aglutinan y nos vitorean al pasar, agitando una bandera alemana que tenían. Esta espontánea muestra de afecto arranca una sonrisa de mi novia, algo decaída por el devenir de la etapa, sin duda todo un gesto de cariño de unos desconocidos, que sin duda no olvidaremos. Estas personas, han compartido durante unos segundos de sus vidas la experiencia de conocer Noruega y su Carretera del Atlántico con nosotros. ¿Que les habrá parecido a ellos? - me pregunto mientras avanzamos.

Dejamos la isla de Averoy, donde habíamos parado a comer y ponemos rumbo al Oeste, por primera vez desde Alemania. Pegando dos pequeños saltos entre islas utilizando para ello el túnel bajo el fiordo de Freij y el ferry que une las localidades de Halsa y Kanestraum retomando la E-39, coger dicho barco nos cuesta unos 108 NOK, es decir unos 15,41 euros para los dos. Trámites que pasan ante nosotros tan rápido como los 8 kms de la Carretera del Atlántico. 

Avanzamos más kms hacia el oeste bordeando el fiordo de Vinje, un fiordo tan alargado como el de Geiranger, si bien este coquetea con el Mar de Noruega. Es imposible distinguir donde empieza uno o termina otro. Nosotros seguimos la senda de nuestra carretera madre, con la E-39 bordeamos el fiordo de Vinje, y casi sin darnos cuenta pasamos de la región de More og Romsdal a Sor-Trondelag, paso que queda marcado por una señal con la heráldica de la región. En un país tan alargado como este y con carreteras tan lentas, cruzar de una región a otra se celebra como cruzar de un país a otro. No creí que pudiera rememorar, esa sensación de que las carreteras nunca se acaban, como sentí en Francia al cruzarla. Al menos aquí la hipotética angustia por la larga espera "dinámica" se ahoga en las aguas de los bellos lagos de la región que parecen casi como espejos donde el cielo se mira. 


Pasado el fiordo el eterno de Vinje, todavía nos quedan cerca de 150 kms de travesía para llegar a nuestro destino, Hegra. Una hora larga, casi dos de camino, que comienzan con problemas técnicos: En primer lugar, mi moto que en etapas anteriores pedía aceite una etapa si y otra no, ya lleva casi 6 días sin dar muestras de deficit. Debe ser que echo de menos esa molesta lucecita roja en mi cuadro de mandos. Segundo, mi GPS, se apaga y se enciende de forma intermitente y cuando quiere. Mi novia hasta ahora con un lazo y algo de maña a podido hacer que cargue mientras esta encendido, pero ahora ya ni eso resulta, sólo me queda mantenerlo apagado hasta que tenga dudas de la ruta, para consultarlo. La cúpula vibra, y no es para menos, comencé en España con 6 tornillos sujetándola, ahora se mantiene con dos, también me faltan otros y por desgracia no tengo repuesto. A pesar de ello, creo que la moto aguantará mejor los rigores del viaje que nosotros. Esta etapa se esta haciendo demasiado larga para nuestros cuerpos, y el desvio de 50 kms, es decir una hora, en nuestra ruta no ha ayudado a ello. Si además de eso, no teníamos bastante el cielo comienza a encapotarse. Afortunadamente, estamos preparados, no nos hemos quitado el traje de agua en toda la travesía. Nuevamente, con el recuento de daños y los comentarios sobre ellos y sobre nuestros nuevos amigos germánicos, se nos pasa el cambio de región, ahora estamos en Sor-Trondelag. De lo que si nos percatamos es que los fiordos, por primera vez en días, han desaparecido de nuestro alrededor.

Pocos kms después abandonamos, ya de forma definitiva la E-39 para pasar a la E-6, que nos dará entrada en Trondheim. Abandonamos, definitivamente, la carretera de los fiordos noruegos que nos ha llevado durante más de 1000 kms desde el sur al centro de este país, tan largo como el sol de medianoche. Volvemos pues a la Noruega más civilizada como yo la llamo, arribando en Trondheim, tercera ciudad en población de Noruega, tras Oslo y Bergen. Un nuevo escudo, esta vez en forma de rosa amarilla, marca nuestra entrada a la urbe. Al llegar a esta ciudad volvemos a divisar un fiordo en el horizonte, con idéntico nombre al de la ciudad que nos saluda y un extraño islote con una fortaleza que se asemeja a la de Alcatraz, en San Francisco (EEUU), llamado Munkholmen. Aunque reconozco que Trondheim tendrá, seguramente, mucho que ofrecernos, creo que es más aconsejable, dado nuestro cansancio acumulado, llegar a Hegra y descansar tras una etapa de casi 500 kms de intensas emociones. Además nuestro GPS, esta demasiado renqueante. Ni M Carmen obra el milagro, y me parece demasiado arriesgado aventurarnos en una ciudad desconocida, en la que no vamos a pernoctar, y que podría hacer que nos perdiéramos y retrasar aún más nuestra llegada. Por desgracia, las fuerzas están demasiado justas para andarse con tonterías.

Dejamos Trondheim con un achuchón de moral que nos da saber que estamos a sólo 40 kms de nuestro destino. Empieza a chispear, supongo que ya era demasiada buena suerte tener una etapa libre de agua, pero nosotros no nos amedrentamos, seguimos hacia adelante. Y lo hacemos bordeando el fiordo de Trondheim hasta la ciudad de Stjordal, lugar donde se ubica el aeropuerto de Trondheim. Siguiendo el curso del río cogemos la E-14 en dirección a la frontera sueca. Pasamos de la región de Sor-Trondelag a Nord-Trondelag y 14 kms después llegamos a la pequeña aldea de Hegra y el primer problema: El GPS no indica donde esta el camping, ¿como lo encontraremos? Afortunadamente, Hegra tiene una población de 505 habitantes, no debe ser muy díficil encontrar algo en este lugar. Efectivamente, a los pocos metros de entrar en la aldea vemos una señal de tráfico que nos marca el camino hacia el camping. Menos mal que aquí las indicaciones están hechas a prueba de torpes y en pocos metros llegamos a nuestro alojamiento. Por fin, ha concluido la etapa de hoy, tras 484 kms y 9 horas o más de travesía. 

Bajo una lluvia, tenue pero constante nos vamos a recepción a hacer el check-in. No alquilamos ropa de cama, ya que ya tenemos las de Hellesylt. En este camping, por desgracia, y aunque M Carmen insiste, no hay WIFI. Así que pagamos la estancia y nos dirigimos a nuestro hytter, que nuevamente se encuentra en la calle central del camping. La estancia se parece mucho a la de Hellesylt, con la diferencia de que aquí no hay río, ni cascada, en su lugar estamos al lado de un inmenso lago. Por la primera impresión que nos llevamos parece el camping más grande, o al menos alargado en el que hemos estado. No somos capaces de vislumbrar desde nuestro hytter los límites del mismo. Juntos deshacemos el equipaje, ponemos la ropa a secar, y a cargar nuestros dispositivos. Ha sido una jornada intensa llena de emociones de todo tipo: Algunas buenas como la bajada del Trollstigen, otras menos buenas como la Carretera del Atlántico, pero sinceramente, tras casi 10 horas de viaje, llegar hasta aquí, a 57 kms de la frontera con Suecia ha sido todo un logro. No obstante, tengo en mi mente un sentimiento de desazón, no está provocado por el cansancio, creo simplemente, que estoy triste, porque mañana abandonaremos Noruega, descubriremos otro país y cruzaremos una nueva frontera que nos llevará a Laponia y al Círculo Polar Ártico. Tras 6 días de aventura, Suecia nos espera.

Mientras estamos cenando y nuestros dispositivos se cargan me da por mirar el estado de mi GPS para la etapa de mañana. Es ese momento, cuando me doy cuenta de una noticia fatal:

Amigos de Euro-Diversion 2013: ¡¡¡El GPS Tomtom Rider ha muerto!!!





























































































sábado, 13 de septiembre de 2014

CAPÍTULO 13: EL SILENCIO DE LA CASCADA


ETAPA 13: BERGEN-HELLESYT



Distancia total ruta:  346 kms

Tiempo total:   6 horas

Ciudades visitadas:  2

Paradas:  3

Consumo medio:  4,81 l/100


Comienza un nuevo día, aquí en Bergen, y como no podía ser de otra manera, Noruega nos saluda con un manto de lluvia considerable. La verdad es que a estas alturas, casi completadas dos semanas de aventura he perdido la cuenta de los días que hemos tenido libre de precipitaciones en este país, pero la proporción va más o menos a un día de lluvia por otro nublado. Ciertamente, nada halagüeño para comenzar esta etapa, pero no queda más remedio en Euro-Diversion 2013, que seguir avanzando. Mientras nos lo pensamos y nos armamos de moral, desayunamos con el jamón (que todavía nos dura), pan noruego, y un poco de leche. Un desayuno espartano pero energético para afrontar la etapa que se nos viene encima algo más larga de lo habitual en Noruega, lo que se va a traducir en más horas en la moto, y más cansancio. Tras el desayuno, nos disponemos a volver a meter las cosas en las alforjas para partir, pero me doy cuenta de que la bolsa sobredeposito tiene la cremallera rota. Rápidamente, M Carmen se pone manos a la obra y saca un pequeño kit de costura para resolver el entuerto.




Sin duda, ha sido todo un acierto incluir un poco de hilo y aguja de coser por lo que pudiera pasar, además mientras lo hace, estamos haciendo un poco de tiempo a ver si cesa la lluvia. Para cuando ella termina la operación yo ya tengo todo empaquetado en nuestras alforjas, sin embargo, la lluvia se ha recrudecido, así que muy a mi pesar toca plastificarse de nuevo. Plastificados, bajamos nuestras cosas hasta la calle para cargarlas en la moto, afortunadamente nuestro Falco Stradale ha vuelta a dormir a cubierto. Por ahora, creo que únicamente en los dos días de Stavanger nuestra moto ha estado sometida a los elementos sin estar en marcha. El estrecho callejón donde nos encontramos casi no deja que montemos las cosas a la vez  a ambos lados de nuestra montura, pero con la maña de M Carmen, lo conseguimos. Toca montarse, pero para evitar problemas, saco la moto de allí no sin cierta dificultad, dado que el asfalto está muy resbaladizo.



Con los dos montados en nuestra moto, comenzamos la etapa, pero esta vez sin un excursión mañanera por la ciudad de Bergen. Ayer, creo que lo vimos todo, y además entretenerse en este país te puede salir caro. En primer lugar, porque el bajo ritmo de rodada en la carretera (A no más de 90 km/h) hace que el camino se haga eterno, y en segundo lugar porque a partir de cierta hora, sobre las 18:00 o 19:00 no suele haber mucha gente a la que preguntar o pedir ayuda en la calle. Abandonamos Bergen con cierto pesar, durante los primeros kms le cuento a mi novia que he descubierto que Bergen está hermanada con Málaga. Un dato curioso, puramente anecdótico, sino fuera porque personalmente, he sentido algo especial mientras paseaba por su puerto, el barrio de Bryggen, el monte Floyen. Lo que he sentido es que me encontraba en casa, en la ciudad que me acogió durante tantos años, Málaga, capital de la costa del sol. Recuerdos que vienen a mi memoria y me acompañan dentro de mi casco en los primeros compases de nuestra andadura. 

Abandonamos por primera vez, las grandes urbes noruegas y nos volvemos a adentrar de lleno en la Noruega de los fiordos. De hecho nuestro destino es un camping de la localidad de Hellesylt, una de las poblaciones que se encuentran en la orilla del gran fiordo de Geiranger, declarado patrimonio de la humanidad por su belleza, y destino de muchos tours crucerísticos por los fiordos de este país. Pero antes de deleitarnos con Geiranger. Nos percatamos de que los noruegos marcan con un cartel marrón y un logo de una flor los sitios de interés turístico, y los excelsos caminos de la E-39 está repleta de ellos. Nosotros, aunque nos gustaría, no podemos desviarnos en cada cartel que veamos y más si a nuestro maltrecho GPS le da por hacer de las suyas. Por lo tanto, proseguimos con firmeza nuestro camino hacia Hellesyt pasando a los pocos kms por un puente que cruza de Nordvika a la isla de Flatoy. Nuevamente la imágenes se tornan de civilizadas a indómitas y el agua de los fiordos inunda el horizonte de nuestras miradas mientras, en un abrir y cerrar de ojos abandonamos Flatoy para saltar, con la ayuda de otro puente, a la isla de Radoy. Poco a poco, parece que las ciudades  noruegas van quedando en el olvido como si de un sueño se tratara, y vamos adentrándonos en el bosque nórdico. 

Cuando llevamos unos 95 kms de travesía pasamos de la región de Hordaland a Sogn og Fjordane, y yo me pongo en modo búsqueda de gasolinera, los pueblos tan abundantes en etapas anteriores empiezan a espaciarse a los largo de la E-39 aumentando con ello mi preocupación, "¿Habría sido buena idea traerse un déposito auxiliar para la gasolina?"- reflexiono mientras me encamino a Oppedal. Allí cogeremos el único ferry de nuestra etapa hacia Lavik. Bordeamos el fiordo Instef y a la entrada de Oppedal encuentro una gasolinera para repostar.




Por supuesto, seguimos con la rutina de ir al baño o a pagar siempre por turnos, pero poco a poco me voy dando cuenta de que los noruegos son bastantes despreocupados con sus cosas. Intento no contagiarme de esta confianza, porque la pérdida de ciertas cosas puede ocasionar retrasos o contratiempos en nuestra apretada agenda. Tras el repostaje, más o menos a 2€ el litro, nos tomamos un café para paliar un efecto de la lluvia incesante que estamos sufriendo y que parece no darnos tregua. Mientras lo degustamos miro a la sección de aceites lubricantes en busca de alguno con la graduación 10/40 - semisintético. Desde España me traje 3,5 litros de una garrafa grande que tenía. En los primeros kms de nuestra aventura la moto, me lo pedía continuamente. Creía que me iba a quedar sin él, más o menos, en Noruega. Pero desde que hemos pisado este país la moto, quizá por el frío (se refrigera mejor) nos ha dado una tregua y de momento aguanto, con algo más de litro y medio. Sin encontrar el aceite volvemos a la ruta fijada y a los pocos kms volvemos a parar, esta vez para esperar al ferry. La incesante lluvia hace que nos apeemos de nuestra moto y esperemos a cubierto en las instalaciones de la terminal. Aprovecho para pagar el transporte, mientras M Carmen se dedica a sacar alguna instantánea. El ferry, en concreto nos cuesta 11€ (Precio de dos personas y una moto). Completada más o menos, un tercio de nuestra etapa nos disponemos en embarcar, de nuevo en busca de lo desconocido.






La lluvia, antes implacable, decide darnos un descanso, para disfrutar de la corta travesía de 6 kms que nos separa de Lavik. Sin embargo, las nubes amenazantes, nos hacen desistir de quitarnos los impermeables. Al menos aprovechamos para sentarnos en un asiento más confortable y relajarnos con vistas al fiordo. Casi en un abrir y cerrar de ojos llegamos a la pequeña ciudad de Lavik, de la nos marchamos con testimonial paso, hacia el norte. Poco a poco, el puerto va quedando pequeño en el retrovisor y los coches que tras el desembarque formaban procesión, van desperdigandose en la espesura de Noruega. Nosotros continuamos fieles a la E-39, que sin duda nos va a llevar en volandas por todo este gran país, avanzando km a km mientras bordeamos un fiordo llamado Sogne, que significa "Sueños". Sin duda, el nombre le hace justicia, es posible que de todos los fiordos por los que hemos pasado "el de los sueños" sea el más bonito. Debo de reconocer, sin embargo, que es difícil decantarse por uno, sin ánimo de ser injusto. El espectáculo que se brinda delante de nuestros ojos es digno de brindarle toda la atención de nuestros sentidos, sin entrar en estúpidos debates sobre qué es mejor. M Carmen lleva ya un tiempo, bastante callada por el intercomunicador y eso me tiene un poco preocupado, ¿Estará bien? Sólo el sonido de su voz puede sacarme de dudas.

M Carmen, ¿estas bien?
Si, ¿Por? - contesta.
No se, estas muy callada
Estaba mirando el paisaje, es tan bonito, que tienes la sensación de no disfrutarlo si hablas - reflexiona ella en voz alta.

Sin duda, no es para menos, y es que en este país todo impresiona tanto que nombrarlo constituye un sacrilegio. Llevábamos varios días de urbe en Bergen y Stavanger, con la excepción del Preikestolen, y no habíamos vuelto a sumergirnos en la naturaleza noruega. Casi habíamos olvidado que lo más adecuado es guardar un respetuoso silencio, y a lomos del Falco Stradale simplemente dejarse llevar, contemplar, volar y disfrutar de este fiordo de los sueños tan cautivador. Con unas aguas calmas, tan azules y cristalinas que no se sabe muy bien si el agua es espejo del cielo o al contrario.





Continuamos bordeando el fiordo de los sueños, hacia la localidad de Forden sin despegarnos de nuestra estrella polar nordica (La E-39). A los pocos kms ya damos paso a la tierra firme, abandonamos "el fiordo de los sueños" y pasamos entre los lagos Digrenes y Langeland. Estos lagos son los últimos vestigios de un antiguo glaciar que pobló estas tierras hace miles de años, la forma en que esta erosionado el valle, en forma de U, delata su origen. Aunque a los ojos del inexperto puede pasar desapercibido, no se ven cosas  como estas en nuestro país. Noruega es sin duda, un libro abierto de historia natural, a la espera de alguien que sea capaz de descifrar sus secretos. Yo al menos lo intento, cosa difícil esta de transitar el país a golpe de acelerador, entre la agreste belleza del lago Digrenes. Pasamos Forden y llegamos a los lagos Mova y Asvat, también de origen glaciar. Es increíble la cantidad de lagos que estamos viendo, y me pregunto: ¿No era Finlandia el país de los 1000 lagos?. Mientras reflexiono en mi interior, M Carmen interrumpe el eco de mis pensamientos a través del intercomunicador:

Rafa, fijáte en esos descansillos de la carretera, ¿Para que serán?¿Y esos palos naranja fluorescentes?
Lo de los descansillos no lo sé, pero lo de lo palos verticales naranjas son para delimitar la carretera cuando nieve.
¿Hasta ese nivel llega la nieve? - pregunta retóricamente con perplejidad.

A pesar de la precariedad del asfalto de las carreteras del país, por el clima extremo, y la escasa señalización, las carreteras de Noruega tienen algunas cosas buenas, a saber: Gran cantidad de zonas de descanso acondicionadas para caravanas, merenderos de madera cubierto. Todo esto, por un motivo: En Noruega, en ciertas épocas del año se hace de noche muy temprano y las poblaciones están muy espaciadas entre sí, al igual que hoteles o gasolineras. Es muy posible que esos descansos estén, en mi opinión, en el camino para que los despistados turistas pasen la noche al margen de la carretera en zona de seguridad. Desgraciadamente, no hay mucha gente a la que preguntar y los siguientes kms discurren con teorías entre nosotros sobre para que son esas paradas en el camino. Además desde Dinamarca, pero más marcado durante Noruega, me he dado cuenta de que hay una señalización que se va repitiendo con más frecuencia según vamos viajando más hacia el norte. Es una señal que indica, mas o menos, que a partir de las 18:00 los vehículos pesados no pueden adelantar bajo ningún concepto. Buena idea, ya que las carreteras noruegas no invitan a la temeridad precisamente. No es que nos hayamos prodigado durante altas horas de la tarde, pero no hemos visto muchos camiones adelantando en tierras nórdicas, quizá sea por ese motivo.

En mitad del debate que mantenemos M Carmen y yo, llegamos a la localidad de Vasseden. El estomago ya nos va reclamando un alto en el camino, más o menos en el ecuador de nuestra etapa. Entonces nos apeamos en un merendero cercano con vistas al lago Jolstra, en pleno Parque Natural de Naustdal-Gjengedal.






Un lago tan grande y alargado que parece que estamos ante un fiordo, sin importar en averiguar las diferencias, hacemos un par de fotos mientras comemos. Tras el break obligado nos tomamos un café en una cafetería cercana y nos ponemos en marcha a la vez que la lluvia comienza a hacer acto de presencia. Como ya estábamos "plastificados" desde Bergen, no supone retraso alguno en nuestro viaje y volvemos a la ruta bordeando el lago a lo largo de un inmenso valle. Alhus, Ardal y Skei son bellos pueblos. Los noruegos desde luego, saben como entretener al viajero que huye de la monotonía. Si no estas contento con las vistas, puedes contemplar el fiordo desde otro punto, sin problema, desde luego esta gente piensa en todo.






A ello nos dedicamos con pasión, entre curva y curva, cuando el viento o la lluvia te dan un descanso, es el momento para dar fe sobre la marcha de la siempre versátil belleza de los paisajes noruegos, mientras pasamos por Olde y Loen, hasta llegar a la ciudad de Stryn. La primera ciudad importante de nuestra etapa, la que nos saluda, que sirve de parada, para descansar un poco las piernas. La que por ahora es la etapa más larga de nuestro periplo nórdico se está haciendo tan interminable como surcar las autopistas francesas, con la diferencia de que allí el tiempo y los kms pasan volando, y aquí todo se enlentece tanto que parece que llevamos dos días consecutivos viajando en lugar de uno. Nuestro cuerpo empieza a notar achaques y dolencias que suelen aparecer alrededor de los 400 kms o más, pero aquí llevamos 300 aproximadamente y nos sentimos como si lleváramos 800 kms consecutivos. Mi novia se queja bastante de las rodillas y del intenso frío aderezado con una lluvia implacable, a mi sin embargo, los kms de esta etapa y los acumulados en Euro-Diversion 2013,  me están empezando a hacer mella en la espalda, cuello y brazos. Seguramente, achaques provocados por la tensión de llegar, de no mantener la moto recta ante las embestidas del viento, etc. Tan sólo nos quedan 50 kms hasta la localidad de Hellesylt y parecen que nos restan 50 años. Es hora de enfundarse de nuevo en el mono impermeable, montarse en el Falco Stradale y ponerse "kms a la obra" en busca del archiconocido fiordo Geiranger. A nuestro paso vuelve a abrirse los paisajes para mostrarnos la Noruega profunda en toda su belleza, ante lo cual es mejor ser parco en palabras, ya que la mejor manera de describirla es con imágenes. Nuevamente, el silencio vuelve a apoderarse de nuestros corazones, tan sólo roto por el rugir del motor del Falco Stradale. 




A los pocos kms de nuestro destino en Hellesylt, pasamos la frontera de la región Sogne og Fjordane a More og Romsdal, dicha frontera administrativa queda marcada por una señal con el escudo de la región. Son tres cruces sobre fondo azul. La naturaleza, sin embargo, no impone fronteras, allá a donde miramos todo son bosques de frondosidad infinita. Tan profundo como los fiordos, el verde de los bosques noruegos hipnotiza a nuestro paso y eso que está lloviendo a mares, desluciendo las vistas ostensiblemente. Por momentos, tengo la impresión de que la naturaleza nos ha dado un salvoconducto para pasar por sus dominios, y que la única representación de la civilización somos nosotros, esta carretera sobre la que rodamos, y los escasos coches con los que nos cruzamos.



Tras terminar de bordear el fiordo Innvik y de dejar a nuestra izquierda el ingente lago Hornindals, llegamos, por fin a Hellesylt. Una pequeña población de tan sólo 200 habitantes, a orillas del fiordo Geiranger. Dicho fiordo, que es un de los más largos y profundos de Noruega, es famoso por ser junto con el de Naeroy Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Cada año visitan estas tierras unas 600000 personas, y debo decir que recién llegados a Hellesylt nos damos cuenta de la magnitud de estas cifras y de que la belleza del fiordo Geiranger no es injustificada. Mientras, el GPS hace de las suyas de nuevo, llevándonos por un lugar incorrecto. Al menos, dicha equivocación nos permite, mientras encontramos el camino hacia el camping, de reseñar la visita del Queen Victoria, tercer buque en tamaño de la Cunard, trasatlántico habitual de otros puertos y urbes, que pese a sus enormes dimensiones, se queda pequeño en tierras vikingas.






Tras las anecdóticos fotos, con algo de maña y suerte, consigo que el GPS nos lleve hasta el Camping. Un camping alejado del mundanal ruido de Hellesylt y sus legiones de cruceristas. Tras unos 10 kms de búsqueda, llegamos a un paradisíaco recinto a los márgenes de un río embravecido entre bosques silvestres, todo muy ídilico.






Sin embargo, la incesante lluvia no nos hace estar para romanticismos, aparcamos y esperamos resguardados hasta que llegue el recepcionista. Mientras hace acto de presencia ayudo a M Carmen a descargar nuestras cosas, al menos lo más básico para instalarse. Una tarea rutinaria pero harto difícil, bajo la implacable lluvia. Justo al terminar, hace acto de presencia nuestra recepcionista, una chica bastante joven, no tendrá más de 20 años. No obstante, en este caso, su juventud no la hace ser más espabilada, tiene bastante "pavo" y parece bastante pérdida, como si estuviera recién levantada, y eso que son las 18:00 horas. Además chapurrea el ingles como yo chapurreo el noruego, así que os podeis imaginar que la comunicación fue de todo menos fácil. Tras unos momentos de lucha con ella, consigo hacer el check-in y alquilar la ropa de cama. Asimismo, debo comprar por adelantado algunos servicios como ducha o lavandería. Me parece que este camping funciona bastante diferente al de Stavanger, todo parece más improvisado. Por si fuera poco, para nuestro asombro, la chica tras hacernos la entrada, se marcha a su casa dejando el camping sólo. M Carmen y yo nos miramos no comprendiendo nada. En medio de nuestra perplejidad, me percato de la existencia de un cartel que dice más o menos esto:

"Si tiene cabaña reservada y la recepción está cerrada, por favor instalese en las cabinas libres con la llave en la puerta y pague al día siguiente".

Rafa,¿Te das cuenta de que significa esto? - Me pregunta mi novia.
Significa que si esto fuera España se le meterían en el camping unos okupas y ahora echálos de la cabaña
No, quiero decir que podríamos no haber reservado, meternos en una cabaña y luego...
¡¡Cualquiera se arriesga, tras 6 horas de etapa y esta incesante lluvia!! - exclamo - Seguramente la chica ha permanecido aquí hasta que ha completado las entradas del día. Mañana volverá a primera hora




Tras la marcha de nuestra anfitriona nos dedicamos a indagar un poco por el lugar. Las instalaciones no son tan vastas como las anteriores, aquí apenas hay espacio para los famosos hytter dispuestos en líneas, y los módulos de vestuarios, duchas, y lavandería. Apenas habría espacio para nuestra caravana o tienda de campaña, en contrapartida, el camping es pequeño pero coqueto. Igual que nuestro hytter que, cosas de la suerte, tiene vistas del río y de la gran cascada que lo alimenta.




Tras dejar nuestras cosas, poner la ropa a seca y poner nuestra moto lo más resguardada posible de la lluvia, está cesa, casi como si de una broma se tratara. Nosotros aprovechamos para hacer la colada y mientras se lava observar la impresionante cascada que nos saluda como justo premio a esta larga y extenuante etapa. Contemplar cosas como esta te hacen sentir que un viaje de estas características, con las dificultades que implican, merece la pena.









Sin mucho que ver en Hellesylt, y teniendo la localidad de Geiranger al otro extremo del fiordo, decidimos tomarnos el resto de la jornada de descanso, que bien merecido lo tenemos. Sin hacer muchos alardes, y con ánimo de descubrir, nos damos una vuelta por los alrededores en busca de una pizca de sentimiento de aventura lejos de la moto. 




A nuestro paso se abre un paraíso fluvial de salvajes saltos de río, cascadas, remolinos bañando a una naturaleza en estado vivo. Próximos a estas aguas revueltas, como bien dice el refrán, nos encontramos con algunos puestos de pesca y algún que otro pequeño banco de metal que se dispone como un improvisado mirador ante el río.







Tras la cascada nos adentramos en el bosque siguiendo un sendero bastante decente, tanto que podrían ponerlo de carretera nacional en este país. Tras apenas unos pasos la cascada, a pesar de su fuerza, se silencia dejándonos "abandonados" en mitad del salvaje bosque en el más absoluto de los silencios. Un silencio, como todos los de este país, mágico, que invita a volar con la imaginación a abstraerse de todas esas cosas que nos enturbian la vida. De repente, entre esos arboles la vida vuelve a su origen, nada salvo la respiración y el latir del corazón interrumpe nuestros pensamientos. En ese verde incomparable nos sentimos tan pequeños como debió "sentirse" el Queen Victoria entre las especulares y vastas aguas del fiordo Geiranger. Aquí se pierde la noción del tiempo y de la razón, no existe nada salvo nosotros. No hay cabida para hipotecas, prestamos, problemas con el jefe... La paz que se respira, te da una extraña sensación de libertad, ya casi olvidada. Libertad de todo esas cosas que te atan restando brillantez al rayo de luz que es la vida.









Tras estas profundas reflexiones respirando un aire impoluto decidimos emprender el camino de vuelta a nuestro hytter, para comer y descansar para mañana. No es cuestión, ahora, de perderse en mitad del bosque tras tantos infortunios "tomtom". Mientras caminamos por un sendero que parece infinito, no podemos evitar pensar que a cada paso que damos vamos escribiendo la historia de este viaje, nuestra historia. Me quedo corto al describir la escena y creo que las imágenes tampoco me ayudaran, pero lo que si es cierto es que, en la inmensidad de este bosque hemos encontrado el verdadero sentido de las aventuras en moto, la sensación de libertad.